1936-1945, Museo de Zamora, 2013.
La naturaleza “constructiva” de la mirada fotográfica, la capacidad de la imagen para “hablar” de lo real y construirlo es lo que Javier Ayarza ha asumido como eje central de su propuesta artística. Y lógicamente, es consciente de las implicaciones políticas que se esconden detrás de cualquier régimen de la imagen, pues en la medida que hablan del mundo y lo trasmiten, configurándolo, mantienen siempre una posición sobre el
mismo. Recientemente estamos asistiendo a una necesaria revisión de las relaciones entre acontecimiento, historia, memoria e imagen, que trata de restituir y actualizar la importancia de esta toma de posición en laconstrucción de una mirada sobre el tiempo presente. Este asunto no deja de ser también una interrogación sobre el realismo, en cuanto cuestión moral, y sobre la capacidad de la fotografía para construir representaciones capaces de aportarnos elementos para la lectura de las condiciones históricas de nuestro presente. El ámbito sobre el que se ha volcado prioritariamente Javier Ayarza, en su esfuerzo por generar una práctica fotográfica generadora de imágenes en las que la historia se despliega y se recompone sin cesar, es el paisaje.
La Estrategia del Avestruz, proyecto iniciado en 2007 que aquí se presenta con el título 1936-1945, se centraen el proceso de recuperación de la memoria histórica en relación a la guerra civil española y la posterior represión llevada a cabo por el régimen franquista.
El aspecto más épico de este proceso es sin duda la recuperación y reconocimiento de las víctimas. Más allá de las disposiciones legales tendentes a contener y regular esta problemática, el enfoque de Javier Ayarza busca construir una libertad crítica capaz de ser expresada y contenida a través de las imágenes. Esta libertad crítica tiene que ver con la decisión de no articular su aproximación a través de una reconciliación entre memoria e historia, sino de evidenciar la relación entre olvido e historia. La ausencia es aquí el eje sobre el que se construye el relato de una historia que no ha podido escribirse. La ceremonia que conjura el ritual del olvido es el acto del desenterramiento y las imágenes de Javier Ayarza que lo registran pasan a convertirse en las herramientas de un proceso que otorga visibilidad a un relato que emana de una memoria que ha sobrevivido al olvido y a la invisibilidad. En este trabajo, las imágenes que testifican y delatan el pasado enterrado en diversos lugares (un parque, la orilla de un río, una tierra de labor) consiguen evitar que el paisaje se articule en base a una brusca ruptura con ese mismo pasado. El texto incorporado a la imagen, de nuevo un relato, es el que hace irrumpir la historia sobre la superficie tranquila del territorio. Una historia ausente que aún sigue esperando su ceremonia de restauración.
Alberto Martín