artwork > S.T.T.L. (Sit Tibi Terra Levis), (1995-97)

S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
50x48 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
50x48 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
50x48
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
50x48 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
52x48 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
52x48 cms
S/T (díptico), 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
55x100 cms
S/T (díptico), 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
55x100 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
55x48 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
48x50 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
48x49 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
55x48 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
48x52 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
58x45 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
58x45 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
58x45 cms
S/T, 1995-97
Papel baritado con reducción parcial virado al selenio
58x45 cms

Alberto Martín: “La imagen latente”

(“No rechazamos la tierra a la que de todos modos pertenecemos, sino que no la convertimos en un refugio, y ni siquiera hacemos de permanecer en ella una hermosa obligación, “pues terrible es la tierra”. El desastre, siempre retardado, sueño estrangulado, pudiera recordárnoslo, si hubiese un recuerdo de lo inmemorable”. – Maurice Blanchot, La escritura del desastre.)

Aunque SIT TIBI TERRA LEVIS (S.T.T.L.) es una serie iniciada por Javier Ayarza hace algunos años, es desde 1996 cuando ha ido tomando cuerpo. Una parte de este trabajo a podido verse en la exposición colectiva Espacio Interior, durante 1996-97, y ahora presenta aquí un nuevo número de obras de esta serie. El cuerpo central de este bloque de trabajo sigue siendo “la tierra”, pero no es sólo este motivo temático el que da continuidad. Hay que entender que este acercamiento a la tierra se ha convertido en una reflexión sobre “las condiciones de visibilidad y acercamiento al mundo” (1), y por tanto sobre el propio medio fotográfico, de hecho, la práctica de Javier Ayarza se centra desde hace mucho tiempo en el cuestionamiento de las significaciones dominantes y en la resistencia al reduccionismo de la subjetividad. Es aquí donde su propuesta artística se desarrolla, en la capacidad del arte para establecer “zonas de resistencia a ese lenguaje de la subjetividad capitalista (…) una subjetividad reducida, laminada, devastada que pierde su singularidad (…) El capitalismo hoy tiende a implantar los modos de subjetivación sobre todo el planeta” (2). Su propuesta busca así lo que se escapa a las “redundancias dominantes” (Felix Guattari), una vía para deslizarse fuera de las “significaciones dominantes”.
La estrategia que emplea Javier Ayarza a través de su trabajo sobre la tierra, es un intento de retorno a lo originario, a aquello que no esta contaminado y permanece de alguna manera fuera de las coordenadas del mundo. En sus imágenes intenta que se filtre lo indecible, lo indeterminable, que se escapa a la seguridad y al control (político, social, formal), aquello inevitable que surge tanto como amenaza como esperanza. En este sentido, este autor encuentra en la tierra el lugar donde comparece “lo esencialmente escrito que, sin embargo, es lo que no se puede d-escribir” (3). Ese límite donde aparece la ruptura de sentido, sería una mirada limpia de connotaciones, un lugar desde donde establecer las “condiciones de visibilidad” de la imagen, una imagen que no tiene memoria y mantiene toda su capacidad para “contar el mundo”.
“Para poder hacer el relato, contar el mundo, su vida, es necesario partir de un punto que es innombrable, incontable, que es el punto de ruptura de sentido y el punto de no-relato absoluto, de no discursividad absoluta (…) Ese punto innombrable, ese punto de no-sentido, que trabaja el artista”. (4)
La búsqueda de lo originario que encontramos en S.T.T.L. es el intento de retornar a “lo más antiguo, lo que vendría desde el fondo de los tiempos sin haber sido dado jamás” (Maurice Blanchot). Javier Ayarza sitúa así la imagen, no en el territorio de la memoria, de la huella, sino en el territorio del olvido, donde nada esta determinado y donde todo aún debe configurarse. La ruptura con las significaciones dominantes se establece así rompiendo con la idea de la imagen como lugar del recuerdo, o del registro, y situándola en el olvido, allí donde existe una “atención aguda a aquello que sería radicalmente nuevo, sin punto de comparación ni continuidad con nada (novedad de la espera fuera de sí y libre de todo pasado) y aquello y aquello que sería lo más profundamente viejo (5).
En ese territorio indecible, originario, no existen ya evidencias, tan solo late el impulso, lo que todavía no es y no ha dejado huella, aquello que aún no ha sido convertido en archivo. Un lugar donde las cosas están en su “estado latente”. (6)
En este sentido, la búsqueda emprendida por Javier Ayarza en S.T.T.L. vendría a ser semejante a la del arqueólogo en un intento de acceder a un archivo originario, a ese punto donde aún no se ha constituido el archivo como tal, donde aún la “impronta apenas se distingue de la impresión” (7). Esas “imágenes latentes” del comienzo absoluto, donde es posible empezar a encontrar un archivo singular, una subjetividad singular, son las que persigue insistentemente Javier Ayarza.
“No tener descanso, interminablemente, buscar el archivo allí donde se nos hurta (…) Es lanzarse hacia él con un deseo compulsivo, repetitivo y nostálgico, un deseo irreprimible de retorno al origen, una morriña, una nostalgia de retorno al lugar más arcaico del comienzo absoluto” (8).
Con ello, Ayarza se sumerge de lleno en la indagación sobre las posibilidades del medio fotográfico como tal. La reflexión sobre el momento en que la imagen pasa a convertirse en huella y se constituye como archivo. Ese momento en el que todo aún está latente: “el instante en que el archivo impreso no se ha despegado aún de la impresión primera en su origen singular, irreproducible y arcaico (…) el instante en el que la impronta no ha sido dejada todavía, abandonada por la presión de la impresión” (9).
Ahí sitúa Javier Ayarza sus imágenes, en lugar donde no hay evidencias, un lugar irremplazable, un lugar de origen, un lugar donde la persona siente que todo es afección, un instante donde todo aún está indeterminado, es innombrable, “en la indistinción de lo activo y lo pasivo, de lo que toca y lo tocado” (Derrida).
En ese momento de cualidad pura, donde es posible empezar a construir un relato no contaminado que restituye una singularidad subjetiva opuesta a las significaciones dominantes.
(1) Alberto Martín: “Los paisajes afectivos”, Espacio Interior. Junta de Castilla y León. Valladolid, 1997. P. 17.
(2) “El arte contemporáneo. Entrevista con Félix Guattari por Olivier Zahm”. Revista Universidad del Valle, 15 (diciembre 1996). Número monográfico: Estética y arte contemporáneo. P.41
(3) José Luis Pardo: Sobre los espacios; pintar, escribir, pensar. Ediciones del Serbal. Barcelona 1991. P.37.
(4) “El arte contemporáneo”. Id. P.45.
(5) Michel Foucault. El pensamiento del afuera. Pre-Textos. Valencia, tercera edición, 1993. P.79
(6) Michael Foucault. Id. P.31
(7) Jacques Derrida. Mal de archivo. Una impresión freudiana. Ed. Trotta. Madrid. 1997. p.104.
(8) Jacques Derrida. Id. p.98
(9) Id. p. 103.
Alberto Martín: “La imagen latente”. Publicado en: Javier Ayarza, S.T.T.L. Salamanca, 1997.