El curso de las cosas (1997-98)
“El curso de las cosas”.
En esta nueva serie de fotografías denominada “El curso de las cosas”, Javier Ayarza introduce algunas novedades importantes respecto a sus anteriores trabajos, al tiempo que parece haber cerrado el proceso de reflexión en el que se hallaba inmerso. En efecto, esta serie que aquí se presenta esta realizada en color y grandes formatos. En sus últimos trabajos Javier Ayarza estaba trabajando en blanco y negro y sobre todo la idea de la “sombra” como punto de reflexión sobre las condiciones de visibilidad y por tanto de construcción de la experiencia a través del medio fotográfico. Este proceso tuvo su culminación en la serie “S.T.T.L.”, donde construyó una serie de “imágenes latentes”, de enorme radicalidad. Este nuevo trabajo tan sólo guarda un punto de contacto con dicha serie: la proximidad visceral a las cosas, un acortamiento de las distancias, que actúa como mecanismo de distorsión de los sentidos. Pero ahora, no se centra en la construcción de imágenes primigenias, en el registro de una huella previa a la construcción de sentido, sino en imágenes de una extrema cotidianidad, en las que actúa sobre el “estancamiento” del sentido.
Javier Ayarza ha rastreado las marcas materiales de lo cotidiano, de esos materiales que a fuerza de persistir y de estar continuamente presentes, terminan por pasar desapercibidos, o al menos parecen dejar de ser “testigos” de la realidad. Son aquellos objetos, aquellas cosas, que por la fuerza de la repetición, de su absoluta normalidad, parecen pasar de largo ante nuestros ojos. El propio mecanismo de repetición que se da en esa normalidad, parece habernos despojado de cualquier poder de evocación.
Esta serie de Javier Ayarza registra las cosas que habitualmente no son perceptibles para poner de manifiesto la relación entre percepción y cotidianidad. Y a partir de aquí abre dos líneas de desarrollo de su propuesta: por un lado hay una reflexión sobre la pérdida de lo real y la pérdida de la experiencia como vía de conocimiento; por otro, la reflexión de la mirada como proceso temporal.
Javier Ayarza con su propuesta nos trasmite la experiencia de la duración temporal, aquella que encierran los objetos en su continuidad, en su capacidad para acumular el pasado. Pero también, la duración de la cotidianeidad, ese grado a partir del cual la falta de acontecimiento puede convertirse en novedad.
Trabajando fundamentalmente sobre la superficie de los objetos, aislándolos de cualquier contexto, anulando la anécdota, desarrolla un relato donde lo único que cuenta es la experiencia que nos trasmiten las cosas. Es una mirada acentuada, exagerada que nos lleva a romper la línea continua de la invisibilidad de lo cotidiano. Y entonces, juega a restituir esa ilusión que conecta la imagen fotográfica con la realidad, esa ilusión pérdida que en los límites de la experiencia subjetiva puede recomponerse. Ninguna intención “proustiana” en la evocación, o “barthesiana” de última hora, antes bien se trata de recuperar la experiencia subjetiva como fuente de experimentación del mundo. Todo aquello que la fotografía nos permite aprender/aprehender del mundo de las cosas.
(Publicado en: Imago 98; Encuentros de fotografía y vídeo; Junta de Castilla y León – Universidad de Salamanca; 1998; pags: 42-43.)